Por otro lado en las corrientes espirituales, muy en boga en los últimos años, los temas netamente administrativos, gerenciales y relacionados con las organizaciones se ven fuera de lo que más interesa abordar en este momento: que cada ser humano se vea a sí mismo en su particular dimensión espiritual (algo intangible y poco científico, por demás).
El consultor expresa que en los últimos años, durante sus visitas a librerías en Estados Unidos, observa que de 20 «bestsellers» sobre gerencia, 12 tocan el tema de la espiritualidad.
«Pareciera que en los países desarrollados las personas se han cansado de los beneficios del libre mercado y están buscando «algo más», destaca Fischman.
«Una vez que han comprado bienes en exceso, han logrado metas y han alcanzado el éxito profesional se preguntan: ¿es para esto que he venido a este mundo?»
También, cuando se invierten millones de dólares para que el personal trabaje en equipo, sea tolerante, paciente, respetuoso y colaborador, «lo que se busca es que el personal trabaje de forma más espiritual, incorporando más amor en sus vidas y en su relaciones interpersonales».
7 fases para una empresa más espiritual
En esta misma tendencia Margarete Van Den Brink, consultora de comunicación en Holanda y países europeos, traza un paralelismo entre el desarrollo de las personas y las organizaciones, considerando a ambas como seres espirituales.
En su libro “Las siete fases en el desarrollo de personas y organizaciones”, titulado en inglés «Transforming People and Organizations, the Seven steps of spiritual development», expone caminos paralelos entre organizaciones y personas; entre relaciones y desarrollo de equipos de trabajo; y entre hombre y mujer, quienes, de acuerdo a las notas de la autora, no son tan parecidos.
Según la autora, las personas podemos pasar por 7 fases en nuestro desarrollo espiritual hasta llegar a convertirnos en un ser autorrealizado. Estas siete fases tienen un gran paralelismo con las siete fases que pueden darse en una organización.
Relaciona la fase uno con la necesidad de ser guiados, como el esclavo en Egipto sin capacidad de decisión.
La fase dos se relaciona con la era de revolución industrial; la tres, con la de la organización especializada por departamentos y funciones. La cuatro es esa organización que empieza a trabajar con base en competencias y modelos de liderazgo.
La 5 es esa fase en la que muchas organizaciones dicen estar, alumbradas por una misión, una visión, unos valores, y un interés por superar etapas y alcanzar cotas superiores de desarrollo.
La fase 6 es la de la organización que «vive y cree» en la responsabilidad social, y la 7 es la organización integrada en su comunidad, en su país y en el mundo, que entiende y aplica la ley que le es propia: la fraternidad.
A modo de ejemplo Van Den Brink dice que toda organización necesita de una masa crítica de personas en las fases avanzadas, según la secuencia explicada, para pasar de una fase a otra. Así, por ejemplo, una empresa con una cantidad importante de su recurso humano que haya dado el salto personal de la fase 3 a la 5 (donde están la mayoría de las empresas modernas) podrá ubicarse en esas fases. No obstante, aún existen empresas y empleados en fase 2 o 1.
¿A qué se debe el interés por la espiritualidad?
Muchos autores e investigadores, incluyendo a los escépticos, buscan la explicación a «esa intromisión de la espiritualidad en el tema gerencial».
El economista español Antonio Argandoña en su artículo ¿Hay un lugar para la espiritualidad en la empresa? también se ocupa de la proliferación del tema:
«En las últimas décadas se ha despertado un gran interés por la espiritualidad en la empresa, hasta el punto que se publican numerosos artículos en las mejores revistas de dirección, de ética y de relaciones entre empresa y sociedad, e incluso se ha creado un revista científica internacional dedicada al tema».
Opina que, entre otras razones de orden económico-social, todo se debe a que estamos presenciando «un retorno de la espiritualidad o de lo “sagrado” en las sociedades actuales.
«Lo que ocurre en el mundo de la empresa es un reflejo de algo que está teniendo lugar en otros ámbitos: la gente -una parte importante de la población, sobre todo en países desarrollados, pero también en muchos emergentes- dice buscar la paz y el silencio, meditan, viajan a Oriente sin renunciar a su cultura occidental, dan ayuda, llevan a cabo tareas de voluntariado, practican ritos místicos y se consideran a sí mismos como personas espirituales.
En mi opinión, no es un fenómeno autónomo, sino que forma parte de algo mucho más amplio. Para el trabajador o el directivo, lo que aparece, en primer lugar, es la evidencia de que, con frecuencia, el trabajo no contribuye a hacer más humana la vida del trabajador; al principio le ofreció la satisfacción de sus necesidades materiales, a costa, quizás, de elementos intangibles, como la satisfacción, las relaciones sociales, el sentido de su tarea o su inclusión en una sociedad más amplia, pero también esos elementos han fallado con frecuencia. Y esto no es sino el reflejo de lo que pasa en la sociedad en su conjunto: la conciencia creciente de que las dimensiones económicas y materiales no son suficientes para hacer la vida y la sociedad más humanas.
La conciencia de esas carencias, en el trabajo, en la organización y en la sociedad en su conjunto, ha puesto de manifiesto, por contraste, lo que falta en el trabajo, en la empresa y en la sociedad: una visión completa de la persona, que tenga en cuenta todas sus dimensiones y necesidades, su historia, su entorno y su desarrollo.»
Escrito por Glenda González
Escrito por Glenda González
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