Por donde pasa la luz, todos los músculos se van relajando y cada parte de tu cuerpo se relaja con el calor que emana y hace que todos los procesos que se llevan a cabo en tu organismo puedan realizarse de forma óptima. Notas como la luz acaricia tus hombros, tus brazos, tus manos y cada uno de tus dedos, cada vértebra de tu columna, las costillas, el pecho, el abdomen, la pelvis, los genitales…
La luz también atraviesa los órganos internos de tu cuerpo. Los pulmones, el corazón, el hígado, los riñones… todo queda impregnado por las propiedades sanadoras de la luz…
Sientes ahora la luz descendiendo por tus piernas, desde los glúteos hasta las puntas de los dedos de tus pies…
Una vez la luz ha pasado por todas las partes y órganos de tu cuerpo, ésta sale por las puntas de los dedos de los pies, para volver a entrar de nuevo por la coronilla, dibujando un circulo luminoso a tu alrededor.
Esta vez, la luz avanza más lentamente, deteniéndose en aquellos puntos en los que detectas alguna tensión o malestar. Pones toda tu atención en la molestia que sientes y en cómo la luz desprende calor, vibra… en esa parte. Ello disuelve todo dolor…
Si la molestia persiste, dale una forma, una consistencia, un color, un olor… Quizás sea una esfera de color morado, una dura espina… Crea en tu mente la imagen que más te convenza.
Y observas cómo la luz hace que la molestia se torne blanda, translúcida, con menor densidad e intensidad… Y la luz pasa una y otra vez hasta que logra diluir el trastorno, el dolor o la molestia, desapareciendo totalmente. Aquello a lo que habíamos dado una forma, ya es inexistente, se ha hecho invisible…
Y sigues bañando tu cuerpo con esta luz que todo lo cura, buscando todos los puntos en los que quieres favorecer una mejora. La luz pasa una y otra vez hasta que no quede ni el recuerdo del dolor, mientras te encuentra dentro de la luz…
Mantienes esta sensación de bienestar, de tranquilidad, de sentirte protegido/a por la luz. Y la disfrutas.
Finalmente, observas como, poco a poco, la luz palidece y desaparece por el lugar de donde procede, pero no sin que antes le hayamos dado las gracias y haberle asegurado que haremos uso de sus propiedades siempre que las necesitemos…
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